miércoles, 30 de noviembre de 2016

Mi primer paso por la Catedral bajo el palo

Ya se terminó la avenida de la Constitución, con lo larga que se hace al principio, y lo corta que se hace cuando llegas a la Puerta de San Miguel, con el paso arriao, descansamos tras un buen trecho de chicotá, aunque este descanso no dura mucho pues tenemos que seguir, como Jesús hacia el Monte Calvario con la madera sobre sus hombros.

El capataz con voz firme, manda andar de frente y al poco tiempo, la izquierda adelante y la derecha atrás muy poco a poco, durante la revirá se pueden escuchar el vaivén de los varales como si de la maquinaria de un reloj bien engrasado se tratase, mientras, bajo la madera, un costal y bajo éste, yo, un joven con un cometido y un sueño, llevar a la Virgen de su barrio desde pequeño, el Plantinar, hasta la mismísima Catedral de Sevilla, cometido que está apunto de lograr y sueño que está realizando desde su primer ensayo.

Durante esta larga chicotá, me da tiempo a pensar todo lo vivido junto a Ella, como he ido creciendo y conmigo mi barrio y mi hermandad, aunque, por mucho que estás cosas crezcan, no me olvidaré como paseaba por las calles de su barrio, pues para mi eso nunca cambiará.

Terminó la revirá, ¡venga de frente! se escucha por delante con la voz del capataz y por detrás de la del contraguía, con paso firme la cuadrilla avanza poco a poco hasta llegar al umbral de la puerta, el himno suena y la Virgen ya está dentro, en ese instante, y como si de una bienvenida del Espíritu Santo se tratase, una ráfaga de viento nos refresca, aliviándonos el calor, suena por megafonía el nombre de nuestra titular y su respectivo pasaje del evangelio.

A paso abierto  y reposado fuimos avanzando por la Catedral recogidos en un ambiente de oración y paz, y se produjo el momento, ese momento que marcaría esa jornada de Sábado Santo, la emoción de la salida y el cansancio del recorrido y el conocimiento de que aún quedaba la mitad, quedarían atrás enalteciendo ese preciso momento, momento de oración, momento de dar gracias por la oportunidad recibida, momento de pedir fuerzas para que las piernas no se doblen, momento de reflexión…

Cuando me quise dar cuenta,  ya se veía de nuevo la luz del día, y estábamos a punto de salir, no me podía creer que todo hubiera pasado tan rápido, la calma se vio disuelta por el ruido del gentío a las afueras de la Catedral, sonó el martillo y se arrió de nuevo el paso, como si no quisiéramos irnos de ese bendito lugar, llamó tres veces al martillo el capataz advirtiéndonos de que íbamos a salir ya… ¡A esta es¡ Metimos riñones, cayó el martillo y subimos nosotros, con el venga de frente, avanzamos hasta el dintel de la Puerta de Palos mientras sonaba el himno.

Atrás quedó el  momento de recogimiento vivido, sabiendo que no fue ni será el único, sabiendo que no se irá jamás de mi corazón, sabiendo que volveré otro año más, llenito de pasión…

Escrito por JOSÉ MARIA HURTADO

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